sábado, 7 de marzo de 2015

Una historia de amor y economía



Carlyle llamó a la economía "la ciencia lúgubre", motivado por el pensamiento económico hegemónico en su época, basado en Malthus y Ricardo, que entendían la pobreza de amplias capas sociales, incluso la enfermedad y el hambre, como un elemento natural, inmanente y necesario para el desarrollo económico.

Hoy no parece que podamos rechazar esa definición. Con un sistema que nos vende que para que la economía vuelva a funcionar hay que alimentarla con unas buenas dosis de sufrimiento. El sacrificio de miles de familias en pos de un crecimiento económico, que en el fondo no es otra cosa que incremento de tasas de ganancia empresarial.

Y en esta tesitura, a mi la economía me produce un profundo hastío. Artículos que amparan un 33% de niños viviendo bajo el umbral de la pobreza en España mientras la prima de riesgo esté por debajo de los 100 puntos básicos. Eso ya no es un problema de números sino de principios. De manera que para retomar mi labor en este blog he decidido salirme del análisis económico y contar una historia llena de esos principios tan necesarios. Una historia de amor y economía.

La historia empieza con un niño escocés que a los 4 años ya sabía leer en griego clásico. Su padre, James Mill, un filósofo moralista, había decidido educar a su hijo en la más estricta disciplina para convertirlo en un superdotado. Y lo consiguió. El joven John Stuart Mill con 10 años ya había leído a todos los clásico en sus idiomas originales, y con 17 años ya era uno de los mejores economistas de Gran Bretaña. Firme defensor de las ideas liberales de Ricardo, consigue un puesto en la importante Compañía de las Indias Orientales, y se codea con la élite social. Comienza a estudiar filosofía y derecho. Su educación modélica, siguiendo los principios del "Emilio" de Rousseau, había dado sus frutos, sin duda era un triunfador... y a los 20 años, cansado de la vida, intenta suicidarse. Junto a él, marcado en un libro, la cita de Virgilio: "Aquel a quien sus padres no han sonreído será por siempre indigno del banquete de los dioses y del lecho de las diosas". 

Los siguientes años los pasó en una institución psiquiátrica. Al salir, con 24 años, el reverendo Fox le aconsejó buscar alguna actividad con la que mantener la mente distraída, por ejemplo dar clases. Ofreciéndole para ello incluso a la alumna ideal, una joven madre cuyas inquietudes intelectuales no podía colmar en la parroquia. Y aquí viene la otra parte de la historia.

Harriet nació en Londres en 1807 en el seno de una familia conservadora. Sus padres la educaron para ser madre y esposa, y a los 18 años concertaron su matrimonio con John Taylor, un rico comerciante farmacéutico que tenía 39 años. Así adoptó el nombre de Harriet Taylor, con el que aún se la conoce. Con 23 años tenía tres hijos, un marido solo preocupado por los negocios y unas enormes inquietudes intelectuales, que no podía desarrollar más allá de las solitarias lecturas en su casa y la parroquia.

Y entonces, el bueno del reverendo une sus dos caminos. Como suele ser el caso, de la mutua admiración intelectual y la complicidad, pasaron al amor apasionado. Y así, provocaron uno de los más sonados escándalos en la cerrada sociedad victoriana de la época. 

Porque los jóvenes disfrutaban de su pasión por la vida, la economía y la política, con la naturalidad o la ingenuidad propia de su edad. Y así, John Stuart Mill, el brillante economista, no solo acudía a las sociedades de lores a discutir de política acompañado de una mujer casada, si solo fuera eso, es que además insistía en que ella tenía que hablar para dar sus propias opiniones. ¡Las opiniones de una mujer, sobre economía y política, en los venerables salones de la City! ¿Pero eso puede ser?. Sus regias señorías no salían del estupor.

Pero el escándalo suele pasar factura, y así, el comerciante preocupado porque las dudas sobre su honorabilidad le pudieran costar dinero, los padres en defensa de la honra familiar y la sociedad toda, decidieron que aquello tenía que acabar. Hacía 3 años que la pareja se conocía. Y Harriet hizo lo único que cabalmente podía hacer en esa situación... Separarse de su marido. 

Claro que eso no se podía hacer. De hecho era ilegal. Pero bueno, fue. Sin papeles claro, pero fue. Al marido debió parecerle más escándalo denunciar aquello que seguir con sus negocios, y Harriet se fue con su hija pequeña a vivir sola y seguir con su vida. Se dedicó entonces intensamente al estudio de la economía. Son los años en los que se publican las principales obras de John Stuart Mill, por las que ha pasado a la posteridad.

No es hasta 16 años después que queda viuda y ambos pueden al fin casarse. Eso sí, conserva su posición emancipada, ya que John Stuart renuncia a los derechos que, como esposo, le correspondían sobre el patrimonio de ella, que gracias a la herencia de su marido, no era menor.













En el pensamiento económico de John Stuart Mill, que es uno de padres de la economía moderna, las ideas de Harriet Taylor tienen una notable influencia. De hecho, sus primeros escritos, con los que gana fama, son profundamente liberales. Inspirados por David Ricardo, que era amigo de la familia. Es un firme defensor de la libertad de mercado y enemigo de cualquier regulación que lo ate. 

Sin embargo, cuando en 1848 publica su obra cumbre "Principles of Political Economy", el discurso contenido en él es mucho más profundo y radicalmente distinto. Se preocupa por los mecanismos que determinan los salarios y los beneficios, identifica claramente el principio de la caída tendencial de la tasa de ganancia, que posteriormente sería asumido por Marx, y que según él llevaría a la sociedad capitalista a un estado estacionario de estancamiento. Pero sobre todo, la tercera parte del libro es la que mejor refleja sus preocupaciones políticas. Trata de las medidas necesarias para favorecer una más justa distribución de la renta, Entre las que Mill propuso la limitación de la herencia, salarios que garantizaran una vida digna, la educación básica universal, incluidas las niñas, la cooperación obrera y la promoción de la pequeña propiedad campesina. 



Pues bien, antes de su muerte, Mill reconoció que buena parte de esa tercera parte de los Principles, los había escrito de manera conjunta con Harriet. Y es por eso que Harriet Taylor es generalmente reconocida hoy como la primera mujer economista, o al menos, la primera en publicar, como coautora, un libro importante sobre economía.

Solo unos años después de casarse, en 1858, Harriet enferma de tuberculosis. Por consejo de su médico emprende un viaje al sur de Francia, donde el clima Mediterraneo era el mejor remedio que se conocía para su enfermedad, para reunirse allí con J. Stuart y pasar una temporada. Pero a mitad de camino su salud se resiente, y a su paso por Aviñón, Harriet fallece. Allí mismo es enterrada en una colina a las afueras del pueblo. 

Jonh Stuart Mill compró aquella colina, y en ella se construyó una casa donde pasó largas temporadas. Según cuenta Helen, la hija pequeña de Harriet, desde el dormitorio podía ver la sepultura. Allí fue enterrado también J.S. Mill cuando falleció en 1873.

En los últimos años de J.S. Mill, en los que llegó a ser parlamentario británico, se le llegó a considerar como socialista. No marxista, tengamos en cuenta que El Capital no se publicó hasta 1867, pero sí al estilo de los socialistas utópicos franceses. Además fue el más firme defensor del derecho al voto de las mujeres en ese parlamento.

El amor de Harriet no solo le salvó a J.S. Mill la vida, también su pensamiento y su obra. J.Stuart hizo suya la causa de Harriet por la emancipación de las mujeres, y con ello puso la genialidad de su intelecto al servicio de causas nobles como la igualdad y la justicia, pero sobre todo, la lucha contra la pobreza, que se convirtió en el objetivo principal de todos sus escritos. De ser un mal necesario para el buen funcionamiento de la economía, de sus primeros escritos liberales, a justamente lo contrario, la economía dirigida a acabar con la pobreza. Y es que, como decía el Che, el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. 

En vísperas de un 8 de Marzo, como pequeño homenaje a esa gran economista y mujer, Harriet Taylor, y todas las mujeres, ese gran fermento revolucionario de nuestra sociedad.









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