domingo, 20 de abril de 2014

Al final gasto público

El gobierno, a un mes de las elecciones europeas, ya habla abiertamente de recuperación y salida de la crisis. Los últimos datos del paro confirman que se crea algo de empleo, temporal y precario, pero algo es algo, y el FMI y la UE confirman que el PIB va a crecer algo.

Pero la pregunta clave de todo esto es por que. O sea, cuales son las claves de este cambio de tendencia, y sobre todo si tiene unas bases sólidas como para hacerlo definitivo.

Recordemos que tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, España se queda sin modelo productivo. El gobierno socialista, entonces en el poder, tira de Keynes y aumenta el gasto público, vía déficit, por aquello del multiplicador, y funciona. Crece el PIB, aunque a costa de incrementar la deuda pública. El paso siguiente era diseñar un nuevo modelo productivo para el país y lo intentan con la ley de Economía Sostenible, pero no llega a materializarse.

Luego llega el gobierno del PP y cambia el rumbo hacia la austeridad, aunque las primeras medidas al respecto ya las tomara el moribundo gobierno de Zapatero. Vienen las recetas neoliberales y la economía se hunde de nuevo.

Y en ese marco, el gobierno y la CEOE diseñan su nuevo modelo productivo para el país. A saber, bajada salarial generalizada, para enfocar la economía hacia el sector exterior vía competitividad de costes, a cambio de sacrificar el consumo interno. Para ello la reforma laboral, que no crea trabajo pero sí baja los salarios. De hecho España fue en 2013 el tercer país de la OCDE donde más bajaron.

Y la otra gran obsesión de siempre, menos estado y más mercado, abriendo la puerta al negocio en pensiones, sanidad, educación, etc. Política que contó con la resistencia de las mareas y que sufrió un importante revés con la paralización de la privatización de la gestión hospitalaria en Madrid por parte de los tribunales.

Pero desde el principio este modelo se veía a leguas que no iba a funcionar. Básicamente, el saldo comercial con el extranjero había aportado, en sus mejores momentos, no más de un 2% del PIB, por lo que pensar que éste podría ser el motor de la recuperación era bastante ingenuo, a no ser que la apuesta fuese a 50 años o así. Después, el problema de costes en España no era salarial, era básicamente energético, tecnológico y de materias primas. Y estos costes, sobre todo el energético, seguían subiendo. Por lo que bajar salarios no iba a traer mayor competitividad, como así se demostró. Además, lejos de bajar los precios, las empresas aprovecharon la reducción salarial para incrementar sus márgenes de beneficios. Lógico, como el problema no estaba ahí, pues se lo tomaron como un regalo.

Y esto solo hablando de las repercusiones económicas de esta apuesta política. Sin meternos en las consecuencias sociales tan graves que tuvimos y tenemos que afrontar en este país.

Pero, y entonces ¿de donde vienen estos indicios de recuperación? Pues el PIB, desde el lado de la demanda, se divide básicamente en consumo de los hogares, de las AAPP, inversión y saldo comercial.


Vemos que el consumo de los hogares después de meses de caída desde 2011, lo normal con casi 6 millones de parados y paradas y el resto perdiendo buena parte de su salario, comienza a recuperarse en el tercer trimestre de 2013. En parte por la moderación en la caída salarial, que pasó en tasa anual al -3,6%, frente al -5,2% del trimestre anterior. Pero sin descartar el factor psicológico, de hastío de la crisis, o el consumo de las rentas altas y del capital, que si crecen.

Por su parte, El saldo comercial que no despega y de hecho, parece que se ha estancado, entre otras cosas porque el Euro sigue demasiado fuerte y las economías europeas, que son las que nos compran, se estancan. Además la reducción salarial no se ha traducido en mayor competitividad. Las empresas se quejan, y con razón, que las repetidas subidas de la electricidad hace que no sea competitivo producir en España.


La inversión mejora un poco y el gasto público sigue sufriendo los recortes, sin que eso suponga una reducción de la deuda pública, en sus máximos históricos. Pero para entender mejor el papel del gasto público en esta coyuntura necesitamos otro enfoque más amplio. Veamos estos datos en perspectiva, en forma de tasa de variación interanual.




Realmente el consumo de los hogares ha mejorado, aunque levemente. La inversión sí reduce su caída, pero sigue cayendo. Y las exportaciones muestran ya claramente que han tocado techo y no van a ser el motor de la recuperación que auguraba el gobierno. Con unas importaciones que vuelven a crecer reduciendo a su vez el saldo neto.

No digo con esto que las exportaciones no influyan en el crecimiento del PIB, claro que si, pero es cierto que ya crecían y con mucha más fuerza en 2012 y sin embargo el PIB decrecía, por lo que este cambio de tendencia del PIB no se debe a las exportaciones, hay que buscarlo en otro sitio.

En este sentido, lo que sí muestra un cambio de tendencia notable es el gasto público. De los recortes del 5 ó el 10% de 2012 hemos pasado a un moderado crecimiento y estabilidad a finales de 2013. Y la verdad, para este viaje no necesitábamos alforjas. Porque al final la recuperación viene del consumo público y privado, lo de siempre, lo lógico. Y eso a pesar de que el gobierno del PP ha hecho todo lo posible por machacarlos, dejando infames estragos sociales a su paso. O sea, que la leve recuperación no es gracias a las políticas del gobierno, como repiten sin cesar, sino a pesar de éstas.

Y parece sensato que si el crecimiento viene por ahí, se potencie precisamente esos sectores. Como están haciendo los países que realmente están creciendo. Como EEUU, que acaba de ampliar el subsidio por desempleo. O Japón con su expansión monetaria y subidas salariales.

Porque además la amenaza de deflación sobrevuela España y buena parte de la zona Euro. Y lo que esconde este indicador es ni más ni menos que una crisis de sobreproducción, que nos arrastraría de nuevo a la depresión económica. Porque, si bien hasta ahora, las reducciones salariales habían sido absorbidas por los márgenes de beneficio empresarial, la caída del consumo interno y el freno de las exportaciones, traerán una necesaria reducción de los precios, que chocará con la reducción del poder adquisitivo de las familias, y al círculo vicioso de la sobreproducción.

Es por eso, que cada vez más economistas demandan la necesidad de unas tasas moderadas de inflación en el país. Que ya que no van a venir por la vía monetaria, ante el encastillamiento del BCE, tienen que venir por subidas salariales e incrementos del gasto público. Y ya vamos tarde.

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