viernes, 1 de noviembre de 2013

Los 12 días que ondeó la bandera roja en el Ayuntamiento de Sevilla

El movimiento cantonal en 1873, durante la I República, supone un hecho singular en la historia de España. Un momento de colapso institucional, económico y social, que genera una situación revolucionaria que ni sus propios artífices supieron bien cómo manejar.

Es una explosión efímera, en la mayoría de los casos solo dura unos días, por lo que la mayoría de los bandos y decretos aprobados no se llevaron a efectos por falta de tiempo, y en ese sentido el levantamiento cantonal resulta más interesante por lo que pudo llegar a haber sido que por lo que fue.

Es sin duda significativa la influencia que en el modelo cantonal ejerce la Comuna de París, proclamada en la capital francesa dos años antes, en 1871, y de la que copia la idea del federalismo desde abajo, desde el poder municipal, y entre otras cosas, también la simbología, como la bandera roja, que desde la Comuna es símbolo revolucionario.

En la ciudad de Sevilla, el republicanismo estaba muy polarizado entre conservadores y intransigentes-internacionalistas. Los primeros formados por la burguesía local copaban las instituciones de gobierno.

Las huelgas de 1873 y la presión social lograron mejoras para los trabajadores y que no se reintrodujeran los impuestos de consumos. En su lugar se impusieron contribuciones sobre signos externos de riqueza (caballos de silla, carruajes de lujo, consumo de carne), elevaciones de las cuotas industrial y territorial, y cuantiosos empréstitos a prorrateo entre 25 grandes capitalistas locales.

Esta situación fue respondida por un amplio cierre patronal y la emigración de parte de la gran burguesía. Según el consul francés de la época, muchos de los grandes industriales aprovecharon la huelga para suspender negocios que no podían prosperar por la deplorable situación del país, entre los que citó a “cinco grandes fundidoras, la importante fábrica de porcelana y numerosas fábricas de tejidos”. Miles de trabajadores serían lanzados al paro, lo que llevó al alistamiento de 10.000 voluntarios en las milicias republicanas. La exigencia de armas de estos voluntarios fue permanente desde el 11 de Febrero, ya que solo una cuarta parte de ellos aproximadamente estaban armados al principio.

El 24 de Junio el voluntariado formó retenes armados por la ciudad y requisó el armamento almacenado en la Maestranza. El gobernador se atrincheró en la fábrica de tabacos con la guarnición militar, guardia civil y carabineros, se produjeron enfrentamientos armados y se levantaron barricadas en la Macarena, Triana, San Lorenzo y Alameda. El día 27 se publica la orden de desarme del voluntariado y éste ocupa militarmente Sevilla a excepción de la fábrica de tabacos. Un millar de voluntarios intransigentes malagueños llega a Sevilla el 29. El día 30 se constituye una junta revolucionaria para el gobierno de la ciudad. Los líderes del movimiento son Carreró, pintor, Mingorance, barbero y Ariza, sombrerero. Los bandos dictados declaran la separación de todos los empleados municipales, la entrega de armas de fuego en manos de los particulares y una contribución de millón y medio de pesetas a los mayores contribuyentes, terminando con vivas a la república socialista. Horas después el gobernador compra a los voluntarios malagueños con seis cañones y 20.000 reales, aportados por republicanos conservadores, y aprovechando la desorganización de los alzados, dispersos por la ciudad, entra en el ayuntamiento con 50 hombres y apresa a la junta revolucionaria.

El reinstaurado gobierno desarmó a los batallones de voluntarios mas vinculados a los sucesos y se encarceló a 50 individuos. 700 comerciantes, banqueros e industriales firmaron un manifiesto agradeciendo al gobernador haberlos librado de “los horrores de la anarquía”, también se inició una campaña de donativos para pagar a los voluntarios leales y se intentó organizar un batallón de 1000 jóvenes de “familias acomodadas” en defensa “del orden y la propiedad”.

El día 17 de Julio, ante el colapso del gobierno central, salen emisarios de Madrid para insurreccionar y constituir cantones por todo el país. En Sevilla, en vista del movimiento, deciden el día 18 constituir el cantón pero dirigido por las fuerzas conservadoras y a pesar de la oposición del gobernador, para evitar que se diese por vía insurreccional, pero condenando “el más leve ataque a la propiedad y hasta el menor pretexto para turbar el orden”. A pesar de ello, el día 19 un pelotón de voluntarios libera a los intransigentes socialistas presos, a quienes una multitud acompaña por las calles. Ocupan el ayuntamiento y se constituye una comisión de salud pública. Munícipes y diputados huyen de la ciudad.

La Junta de Salud Pública adoptó las siguientes medidas: Se desestancaron los tabacos y se vendió al público con la rebaja de un tercio del precio las existencias almacenadas en la fábrica. Se estableció una contribución única que gravitara sobre la propiedad de cualquier clase que fuera. Se inició la recaudación de contribuciones extraordinarias a la burguesía local con visitas domiciliarias del voluntariado socialista. En lo laboral se aprobó garantizar el “derecho al trabajo como una extensión del derecho a la vida”. Se limitó la jornada laboral a 8 horas en todas las ocupaciones. Se prohibió que “las mujeres trabajen en los mismos establecimientos industriales donde lo verifiquen los hombres”, para evitar el reemplazo buscando reducir costes laborales. Y se aseguró la mas amplia libertad de negociación entre patronos y obreros, “pudiendo avenirse unos y otros como lo estimen conveniente”. Se declaró además propiedad del cantón a los bosques y se redujo a la mitad la renta de los arrendatarios rústicos y urbanos; Y para evitar el boicot económico se anunció “que los talleres y fábricas que se cierren y las tierras que no se cultiven, serán entregadas a quien los haga producir”.

Se acordó la extensión del cantón andaluz, para lo que partieron columnas de voluntarios intransigentes-socialistas a los pueblos. En Carmona, Ecija y Jerez, los núcleos intransigentes-internacionalistas habían sido neutralizados por el ejercito. En Carmona, una columna de 150 voluntarios estableció una junta revolucionaria, liberando a los 30 jornaleros que seguían presos desde la huelga de segadores. En Écija también se estableció una junta revolucionaria que solo duró tres días por las proximidad del ejército en La Carlota. Se formaron cantones también en Marchena, El Arahal, Paradas y Coria del Río. En Lebrija el cantón estuvo dominado por la burguesía local.

La columna de voluntarios sevillanos que partió a Jerez, el 21 de Julio, no pasó de Utrera, por un enfrentamiento con los vecinos exaltados por las autoridades locales, que exigían su derecho a nombrar una junta revolucionaria sin ingerencias externas. Al paso de la columna se inició un tiroteo desde las casas que dejó bastantes bajas y cientos de cantonales presos. Al día siguiente la llegada de refuerzos desde Sevilla logró la libertad de los presos, sin más enfrentamientos, que volvieron a Sevilla a defender la ciudad ante la amenaza de ataque del ejército. Dos Hermanas, Osuna y Morón se opusieron al movimiento cantonal.


El 28 de Julio las tropas del General Pavia, que salieron de Madrid el día 21 destino a Córdoba, comenzaron su asalto a Sevilla. Pavía rehusó cualquier negociación y eligió atacar por la parte mejor fortificada de la ciudad buscando un resultado previsiblemente cruento (el mismo lo llamó una calaverada militar). El ejército cuantificó 300 bajas en el ataque entre sus filas. La resistencia cantonal estaba mermada y desorganizada, solo los internacionales combatieron con convicción. Finalmente el día 30 ocupó la ciudad. Se desarmó a los voluntarios y se nombraron 200 Guardias Civiles. Se sucedieron las detenciones, ejecuciones y destierros, muchos de ellos con destino a las Islas Marianas en el Pacífico.

*Fuente principal: Republicanismo y Anarquismo en Andalucía; A. López Estudillo

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