viernes, 25 de abril de 2014

La fábrica de alfileres

Ha pasado ya un año desde que en Abril de 2013 echara a andar este blog. Tengo que confesar que lo comencé por obligación, como un ejercicio de un curso on-line sobre TIC´s, que me animó el feedback que recibí con los primeros post, y que ha resistido a pesar de mi tendencia natural a discutir de economía con una cerveza por delante en lugar de un teclado.

El caso es que he pensado aprovechar este primer aniversario para explicar el porqué del nombre del blog. Al fin y al cabo es lo que primero me preguntan siempre y solo quienes han estudiado algo de historia del pensamiento económico saben. Quiero aclarar que nunca he trabajado en ninguna fábrica de alfileres y ni siquiera me consta que en España haya alguna. Tampoco es una metáfora de la creación de comentarios punzantes ni nada tan poético. Es algo más sencillo.

El nombre viene del libro más importante del que es considerado padre de la ciencia económica moderna. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones de Adam Smith. Que en su libro primero, dedica su primer capítulo a la importancia de la división del trabajo para el aumento de la productividad. Para demostrar su teoría pone como ejemplo una fábrica de alfileres, y de ahí el título del blog. Este es el fragmento íntegro:

"Tomemos como ejemplo una manufactura de poca importancia, pero a cuya división del trabajo  se ha hecho muchas veces refrenda: la de fabricar alfileres. Un obrero que no haya sido  adiestrado en esa clase de tarea (converja por virtud de la división del trabajo en un oficio  nuevo) y que no este" acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza (cuya  invención ha derivado, probablemente, de la división del trabajo), por más que trabaje, apenas  podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar mas de veinte. Pero dada la  manera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no solo la fabricación misma  constituye un oficio aparte, sino que esta dividida en varios ramos, la mayor parte de los cuales  también constituyen otros tantos oficios distintos. Un obrero estira el alambre, otro lo endereza,  un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero esta  ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza. A su vez la confección de la  cabeza requiere dos o tres operaciones distintas: fijarla es un trabajo especial, esmaltar los  alfileres, otro, y todavía es un oficio distinto colocarlos en el papel. En fin, el importante trabajo  de hacer un alfiler queda dividido de esta manera en unas dieciocho operaciones distintas, las  cuales son desempeñadas en algunas fabricas por otros tantos obreros diferentes, aunque en  otras un solo hombre desempeñe a veces dos o tres operaciones. He visto una pequeña fabrica  de esta especie que no empleaba mas que diez obreros, donde, por consiguiente, algunos de  ellos tenían a su cargo dos o tres operaciones. Pero a pesar de que eran pobres y, por lo tanto, no  estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían, cuando se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. En cada libra había mas de cuatro mil alfileres de  tamaño mediano. Por consiguiente, estas diez personas podían hacer cada día, en conjunto, mas  de cuarenta y ocho mil alfileres, cuya cantidad, dividida entre diez, correspondería a cuatro mil  ochocientos por persona. En cambio si cada uno hubiera trabajado separada e  independientemente, y ninguno hubiera sido adiestrado en esa clase de tarea, es seguro que no  hubiera podido hacer veinte, o, tal vez, ni un solo alfiler al día; es decir, seguramente no hubiera  podido hacer la doscientascuarentava parte, tal vez ni la cuatromilochocientosava parte de lo  que son capaces de confeccionar en la actualidad gracias a la división y combinación de las diferentes operaciones en forma conveniente."
A. Smith; La Riqueza de las Naciones; Libro 1; Capítulo 1


Y así lo recoge Michael Goodwin en su divertido comic sobre historia económica "Economix":



El caso es que, no solo por la división del trabajo, la productividad del trabajo ha ido creciendo a lo largo del siglo XX y XXI. Sin embargo, su retribución, o sea el salario, no le ha seguido al mismo ritmo, generando un creciente diferencial que ha ido a parar a las ganancias de la clase capitalista.


Aquí tenemos esa relación en EEUU, y como esa ruptura se produce de manera muy clara a mediados de los 70, coincidiendo con el giro conservador en occidente y la implantación del pensamiento neoliberal en economía. Cuando hablaban de libertad querían decir trabajar más y cobrar menos, como el encarcelado Diaz Ferran.

Pues en España, la actual crisis solo ha servido para incrementar más esa separación, de hecho, al principio de la crisis la patronal lanzó la consigna de vincular los salarios a la productividad en lugar de al IPC. Y lanzaron toda una batería de argumentos para demostrar sus beneficios sobre la economía. Hasta entonces la productividad había subido menos que los precios y les pareció un buen negocio. Unos meses después nunca más se volvió a hablar de ello. Con el país en riesgo de deflación y la productividad creciendo a base de explotación laboral, ya no les salían las cuentas. Es fácil de intuir, España está produciendo prácticamente lo mismo que hace cuatro años a niveles de PIB, pero con dos millones de trabajadores y trabajadoras menos. Está claro que los que quedan están asumiendo, sin cobrar más sino todo lo contrario, lo que antes hacían los que han echado.

Así que la patronal ya no pide ligar los salarios a nada, simplemente bajarlos y punto. Incluso acabar con el Salario Mínimo Interprofesional y cualquier atisbo de límite legal a la explotación más salvaje. Y aquí vuelvo a Adam Smith para recordar lo que opinaba al respecto: “Nuestros comerciantes e industriales se quejan mucho de los efectos perjudiciales de los altos salarios, porque suben los precios y por ello restringen la venta de sus bienes en el país y en el exterior. Nada dicen de los efectos dañinos de los beneficios elevados. Guardan silencio sobre las consecuencias perniciosas de sus propias ganancias”. A lo cual apostillaba: "Ninguna sociedad puede florecer y ser feliz si la inmensa mayoría de sus miembros, los trabajadores, son pobres y miserables".

Y es que hay una sentencia de Adam Smith de la que nunca se acuerdan en las facultades de economía: "Cualquier propuesta de una nueva ley o regulación comercial que venga de esta categoría de personas (los capitalistas) debe ser considerada siempre con la máxima precaución y nunca debe ser adoptada sino después de una investigación prolongada y cuidadosa, desarrollada no solo con la atención más escrupulosa, sino también con el máximo recelo. Hay que tener en cuenta que provendrá de una clase de hombres cuyos intereses nunca coinciden exactamente  con los de la sociedad, que tienen generalmente un interés en engañar e incluso oprimir a la comunidad y que, de hecho, la han engañado y oprimido en numerosas ocasiones".

Y es por eso que desde mi formación marxista reivindico a Adam Smith, un tipo que estudió economía para luchar contra la pobreza, y que como decía Galbraith "es demasiado sabio y entretenido para relegarlo entre los conservadores, pocos de los cuales lo han leído alguna vez".

domingo, 20 de abril de 2014

Al final gasto público

El gobierno, a un mes de las elecciones europeas, ya habla abiertamente de recuperación y salida de la crisis. Los últimos datos del paro confirman que se crea algo de empleo, temporal y precario, pero algo es algo, y el FMI y la UE confirman que el PIB va a crecer algo.

Pero la pregunta clave de todo esto es por que. O sea, cuales son las claves de este cambio de tendencia, y sobre todo si tiene unas bases sólidas como para hacerlo definitivo.

Recordemos que tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, España se queda sin modelo productivo. El gobierno socialista, entonces en el poder, tira de Keynes y aumenta el gasto público, vía déficit, por aquello del multiplicador, y funciona. Crece el PIB, aunque a costa de incrementar la deuda pública. El paso siguiente era diseñar un nuevo modelo productivo para el país y lo intentan con la ley de Economía Sostenible, pero no llega a materializarse.

Luego llega el gobierno del PP y cambia el rumbo hacia la austeridad, aunque las primeras medidas al respecto ya las tomara el moribundo gobierno de Zapatero. Vienen las recetas neoliberales y la economía se hunde de nuevo.

Y en ese marco, el gobierno y la CEOE diseñan su nuevo modelo productivo para el país. A saber, bajada salarial generalizada, para enfocar la economía hacia el sector exterior vía competitividad de costes, a cambio de sacrificar el consumo interno. Para ello la reforma laboral, que no crea trabajo pero sí baja los salarios. De hecho España fue en 2013 el tercer país de la OCDE donde más bajaron.

Y la otra gran obsesión de siempre, menos estado y más mercado, abriendo la puerta al negocio en pensiones, sanidad, educación, etc. Política que contó con la resistencia de las mareas y que sufrió un importante revés con la paralización de la privatización de la gestión hospitalaria en Madrid por parte de los tribunales.

Pero desde el principio este modelo se veía a leguas que no iba a funcionar. Básicamente, el saldo comercial con el extranjero había aportado, en sus mejores momentos, no más de un 2% del PIB, por lo que pensar que éste podría ser el motor de la recuperación era bastante ingenuo, a no ser que la apuesta fuese a 50 años o así. Después, el problema de costes en España no era salarial, era básicamente energético, tecnológico y de materias primas. Y estos costes, sobre todo el energético, seguían subiendo. Por lo que bajar salarios no iba a traer mayor competitividad, como así se demostró. Además, lejos de bajar los precios, las empresas aprovecharon la reducción salarial para incrementar sus márgenes de beneficios. Lógico, como el problema no estaba ahí, pues se lo tomaron como un regalo.

Y esto solo hablando de las repercusiones económicas de esta apuesta política. Sin meternos en las consecuencias sociales tan graves que tuvimos y tenemos que afrontar en este país.

Pero, y entonces ¿de donde vienen estos indicios de recuperación? Pues el PIB, desde el lado de la demanda, se divide básicamente en consumo de los hogares, de las AAPP, inversión y saldo comercial.


Vemos que el consumo de los hogares después de meses de caída desde 2011, lo normal con casi 6 millones de parados y paradas y el resto perdiendo buena parte de su salario, comienza a recuperarse en el tercer trimestre de 2013. En parte por la moderación en la caída salarial, que pasó en tasa anual al -3,6%, frente al -5,2% del trimestre anterior. Pero sin descartar el factor psicológico, de hastío de la crisis, o el consumo de las rentas altas y del capital, que si crecen.

Por su parte, El saldo comercial que no despega y de hecho, parece que se ha estancado, entre otras cosas porque el Euro sigue demasiado fuerte y las economías europeas, que son las que nos compran, se estancan. Además la reducción salarial no se ha traducido en mayor competitividad. Las empresas se quejan, y con razón, que las repetidas subidas de la electricidad hace que no sea competitivo producir en España.


La inversión mejora un poco y el gasto público sigue sufriendo los recortes, sin que eso suponga una reducción de la deuda pública, en sus máximos históricos. Pero para entender mejor el papel del gasto público en esta coyuntura necesitamos otro enfoque más amplio. Veamos estos datos en perspectiva, en forma de tasa de variación interanual.




Realmente el consumo de los hogares ha mejorado, aunque levemente. La inversión sí reduce su caída, pero sigue cayendo. Y las exportaciones muestran ya claramente que han tocado techo y no van a ser el motor de la recuperación que auguraba el gobierno. Con unas importaciones que vuelven a crecer reduciendo a su vez el saldo neto.

No digo con esto que las exportaciones no influyan en el crecimiento del PIB, claro que si, pero es cierto que ya crecían y con mucha más fuerza en 2012 y sin embargo el PIB decrecía, por lo que este cambio de tendencia del PIB no se debe a las exportaciones, hay que buscarlo en otro sitio.

En este sentido, lo que sí muestra un cambio de tendencia notable es el gasto público. De los recortes del 5 ó el 10% de 2012 hemos pasado a un moderado crecimiento y estabilidad a finales de 2013. Y la verdad, para este viaje no necesitábamos alforjas. Porque al final la recuperación viene del consumo público y privado, lo de siempre, lo lógico. Y eso a pesar de que el gobierno del PP ha hecho todo lo posible por machacarlos, dejando infames estragos sociales a su paso. O sea, que la leve recuperación no es gracias a las políticas del gobierno, como repiten sin cesar, sino a pesar de éstas.

Y parece sensato que si el crecimiento viene por ahí, se potencie precisamente esos sectores. Como están haciendo los países que realmente están creciendo. Como EEUU, que acaba de ampliar el subsidio por desempleo. O Japón con su expansión monetaria y subidas salariales.

Porque además la amenaza de deflación sobrevuela España y buena parte de la zona Euro. Y lo que esconde este indicador es ni más ni menos que una crisis de sobreproducción, que nos arrastraría de nuevo a la depresión económica. Porque, si bien hasta ahora, las reducciones salariales habían sido absorbidas por los márgenes de beneficio empresarial, la caída del consumo interno y el freno de las exportaciones, traerán una necesaria reducción de los precios, que chocará con la reducción del poder adquisitivo de las familias, y al círculo vicioso de la sobreproducción.

Es por eso, que cada vez más economistas demandan la necesidad de unas tasas moderadas de inflación en el país. Que ya que no van a venir por la vía monetaria, ante el encastillamiento del BCE, tienen que venir por subidas salariales e incrementos del gasto público. Y ya vamos tarde.