El movimiento cantonal en 1873, durante la I República, supone un hecho singular en la historia de España. Un momento de
colapso institucional, económico y social, que genera una situación
revolucionaria que ni sus propios artífices supieron bien cómo
manejar.
Es una explosión
efímera, en la mayoría de los casos solo dura unos días, por lo
que la mayoría de los bandos y decretos aprobados no se llevaron a
efectos por falta de tiempo, y en ese sentido el levantamiento
cantonal resulta más interesante por lo que pudo llegar a haber sido
que por lo que fue.
Es sin duda significativa
la influencia que en el modelo cantonal ejerce la Comuna de París,
proclamada en la capital francesa dos años antes, en 1871, y de la
que copia la idea del federalismo desde abajo, desde el poder
municipal, y entre otras cosas, también la simbología, como la
bandera roja, que desde la Comuna es símbolo revolucionario.
En la
ciudad de Sevilla, el republicanismo estaba muy polarizado entre conservadores y
intransigentes-internacionalistas. Los primeros formados por la
burguesía local copaban las instituciones de gobierno.
Las huelgas de 1873 y la
presión social lograron mejoras para los trabajadores y que no se
reintrodujeran los impuestos de consumos. En su lugar se impusieron
contribuciones sobre signos externos de riqueza (caballos de silla,
carruajes de lujo, consumo de carne), elevaciones de las cuotas
industrial y territorial, y cuantiosos empréstitos a prorrateo entre
25 grandes capitalistas locales.
Esta situación fue
respondida por un amplio cierre patronal y la emigración de parte de
la gran burguesía. Según el consul francés de la época, muchos de
los grandes industriales aprovecharon la huelga para suspender
negocios que no podían prosperar por la deplorable situación del
país, entre los que citó a “cinco grandes fundidoras, la
importante fábrica de porcelana y numerosas fábricas de tejidos”.
Miles de trabajadores serían lanzados al paro, lo que llevó al
alistamiento de 10.000 voluntarios en las milicias republicanas. La
exigencia de armas de estos voluntarios fue permanente desde el 11 de
Febrero, ya que solo una cuarta parte de ellos aproximadamente
estaban armados al principio.
El 24 de Junio el
voluntariado formó retenes armados por la ciudad y requisó el
armamento almacenado en la Maestranza. El gobernador se atrincheró
en la fábrica de tabacos con la guarnición militar, guardia civil
y carabineros, se produjeron enfrentamientos armados y se levantaron
barricadas en la Macarena, Triana, San Lorenzo y Alameda. El día 27
se publica la orden de desarme del voluntariado y éste ocupa
militarmente Sevilla a excepción de la fábrica de tabacos. Un
millar de voluntarios intransigentes malagueños llega a Sevilla el
29. El día 30 se constituye una junta revolucionaria para el
gobierno de la ciudad. Los líderes del movimiento son Carreró,
pintor, Mingorance, barbero y Ariza, sombrerero. Los bandos dictados
declaran la separación de todos los empleados municipales, la
entrega de armas de fuego en manos de los particulares y una
contribución de millón y medio de pesetas a los mayores
contribuyentes, terminando con vivas a la república socialista.
Horas después el gobernador compra a los voluntarios malagueños con
seis cañones y 20.000 reales, aportados por republicanos
conservadores, y aprovechando la desorganización de los alzados,
dispersos por la ciudad, entra en el ayuntamiento con 50 hombres y
apresa a la junta revolucionaria.
El reinstaurado gobierno
desarmó a los batallones de voluntarios mas vinculados a los sucesos
y se encarceló a 50 individuos. 700 comerciantes, banqueros e
industriales firmaron un manifiesto agradeciendo al gobernador
haberlos librado de “los horrores de la anarquía”, también se
inició una campaña de donativos para pagar a los voluntarios leales
y se intentó organizar un batallón de 1000 jóvenes de “familias
acomodadas” en defensa “del orden y la propiedad”.
El día 17 de Julio, ante
el colapso del gobierno central, salen emisarios de Madrid para
insurreccionar y constituir cantones por todo el país. En Sevilla,
en vista del movimiento, deciden el día 18 constituir el cantón
pero dirigido por las fuerzas conservadoras y a pesar de la oposición
del gobernador, para evitar que se diese por vía insurreccional,
pero condenando “el más leve ataque a la propiedad y hasta el
menor pretexto para turbar el orden”. A pesar de ello, el día 19
un pelotón de voluntarios libera a los intransigentes socialistas
presos, a quienes una multitud acompaña por las calles. Ocupan el
ayuntamiento y se constituye una comisión de salud pública.
Munícipes y diputados huyen de la ciudad.
La Junta de Salud Pública
adoptó las siguientes medidas: Se desestancaron los tabacos y se
vendió al público con la rebaja de un tercio del precio las
existencias almacenadas en la fábrica. Se estableció una
contribución única que gravitara sobre la propiedad de cualquier
clase que fuera. Se inició la recaudación de contribuciones
extraordinarias a la burguesía local con visitas domiciliarias del
voluntariado socialista. En lo laboral se aprobó garantizar el
“derecho al trabajo como una extensión del derecho a la vida”.
Se limitó la jornada laboral a 8 horas en todas las ocupaciones. Se
prohibió que “las mujeres trabajen en los mismos establecimientos
industriales donde lo verifiquen los hombres”, para evitar el
reemplazo buscando reducir costes laborales. Y se aseguró la mas
amplia libertad de negociación entre patronos y obreros, “pudiendo
avenirse unos y otros como lo estimen conveniente”. Se declaró
además propiedad del cantón a los bosques y se redujo a la mitad la
renta de los arrendatarios rústicos y urbanos; Y para evitar el
boicot económico se anunció “que los talleres y fábricas que se
cierren y las tierras que no se cultiven, serán entregadas a quien
los haga producir”.
Se acordó la extensión
del cantón andaluz, para lo que partieron columnas de voluntarios
intransigentes-socialistas a los pueblos. En Carmona, Ecija y Jerez,
los núcleos intransigentes-internacionalistas habían sido
neutralizados por el ejercito. En Carmona, una columna de 150
voluntarios estableció una junta revolucionaria, liberando a los 30
jornaleros que seguían presos desde la huelga de segadores. En Écija
también se estableció una junta revolucionaria que solo duró tres
días por las proximidad del ejército en La Carlota. Se formaron
cantones también en Marchena, El Arahal, Paradas y Coria del Río.
En Lebrija el cantón estuvo dominado por la burguesía local.
La columna de voluntarios
sevillanos que partió a Jerez, el 21 de Julio, no pasó de Utrera,
por un enfrentamiento con los vecinos exaltados por las autoridades
locales, que exigían su derecho a nombrar una junta revolucionaria
sin ingerencias externas. Al paso de la columna se inició un tiroteo
desde las casas que dejó bastantes bajas y cientos de cantonales
presos. Al día siguiente la llegada de refuerzos desde Sevilla logró
la libertad de los presos, sin más enfrentamientos, que volvieron a
Sevilla a defender la ciudad ante la amenaza de ataque del ejército.
Dos Hermanas, Osuna y Morón se opusieron al movimiento cantonal.
El 28 de Julio las tropas
del General Pavia, que salieron de Madrid el día 21 destino a
Córdoba, comenzaron su asalto a Sevilla. Pavía rehusó cualquier
negociación y eligió atacar por la parte mejor fortificada de la
ciudad buscando un resultado previsiblemente cruento (el mismo lo
llamó una calaverada militar). El ejército cuantificó 300 bajas en
el ataque entre sus filas. La resistencia cantonal estaba mermada y
desorganizada, solo los internacionales combatieron con convicción.
Finalmente el día 30 ocupó la ciudad. Se desarmó a los voluntarios
y se nombraron 200 Guardias Civiles. Se sucedieron las detenciones,
ejecuciones y destierros, muchos de ellos con destino a las Islas Marianas en el Pacífico.
*Fuente principal: Republicanismo y Anarquismo en
Andalucía; A. López Estudillo
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