El caso es que en dos años hemos pasado de ser los europeos y europeas que menos pan consumían a ponernos a la cabeza. Y este hecho encierra importantes verdades económicas que van más allá de la moda o el gusto de los consumidores.
La cuestión es que el pan es el ejemplo paradigmático de un bien inferior. Que es como los y las economistas llamamos a los bienes que tienen una elasticidad-renta negativa. O sea, que según aumenta la renta del consumidor, se reduce la demanda de ese bien. O bien, al contrario, que cuando cae la renta, aumenta su demanda.
El pan ocupaba una porción importante de las rentas de subsistencia de las familias españolas en la trancisión, pero en la medida en que éstas fueron aumentando se fue sustituyendo el consumo de pan por carne, pescado, fruta, etc. Bienes normales y de lujo, que fueron ocupando la cesta de la compra en los hogares.
El retorno al consumo generalizado del pan es solo un indicador del empobrecimiento de los hogares españoles, la vuelta a los hábitos de consumo de subsistencia. Pero hay indicadores mucho más claros y directos:
No solo asistimos al incremento objetivo de la pobreza, con casi un tercio de la población en riesgo de pobreza o exclusión social. Si no que el empeoramiento de las condiciones laborales y la caída de los salarios, gracias a la reforma laboral, nos sitúa ante un nuevo tipo de pobreza. El pobre-trabajador. O sea, aquel que a pesar de trabajar una jornada laboral completa no es capaz de salir del umbral de la pobreza.
Todo ello, mientras las rentas del capital no dejan de crecer, transformando estas rebajas salariales directamente en plusvalía absoluta, en lugar de bajar los precios para ganar competitividad. Por lo que se produce una gran polarización de la sociedad entre ricos y pobres.
El país retrocede 30 años y no solo en hábitos de consumo, también en estructura social, en derechos laborales y sociales, etc.
Decía el anarquista ruso Kropotkin en "La conquista del pan", que un país que produce en abundancia no puede mantener a su gente en la pobreza. Esperemos que el pueblo no se conforme mucho más con las migajas de la subsistencia. Porque no se puede salir de la pobreza material sin antes abandonar la pobreza de espíritu.
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