miércoles, 15 de abril de 2015

El levantamiento cantonal en Cádiz


Aprovechando que atravesamos Abril, mes republicano por excelencia, quiero dedicar este post a la república española, pero a la primera, esa gran olvidada de nuestra historia. Y en concreto a la insurrección cantonal en Cádiz, ya que del levantamiento en la provincia de Sevilla escribí hace tiempo en este mismo blog y tenía pendiente cumplir con la curiosidad de mis amigos gaditanos.

La Primera República llega a España en 1873 como consecuencia última de un largo proceso de descomposición del régimen económico y político en el poder y la ausencia de una alternativa al mismo. Una doble crisis económica y política que pone en bandeja una revolución que no termina de materializarse.

En el plano económico nos encontramos con una triple crisis. La crisis del textil catalán, que quiebra todo el sistema de desarrollo del levante, por la falta de materia prima provocada por la Guerra Civil norteamericana, y el alza de los costos energéticos por las medidas proteccionistas, destinadas a proteger esa misma producción textil, pero que terminaron encareciendo las importaciones de carbón británico. Además de la debilidad crónica de la demanda interna por el bajo poder adquisitivo de los españoles y españolas.

Se da también una crisis de subsistencia provocada por dos cosechas muy malas de 1867 y 1868, que llegan a multiplicar el precio del trigo por seis. Provocando motines populares en ciudades como Sevilla o Granada.

Por último tenemos la primera crisis financiera de la historia de España. La crisis de 1861-69, que supuso una contracción del 10% del PIB. Fue una crisis de especulación provocada por la emisión sin control de títulos sobre los beneficios de la expansión ferroviaria, que se prometían cuantiosos y revalorizables sin fin (podéis quitar ferrocarril, poner ladrillo y disfrutar de la inteligencia humana). Se produjo así una tremenda burbuja bursátil que estalló en una espiral de pánico de ventas sin compradores. Los valores de las sociedades de crédito se depreciaron más del 100%, seguidas por las compañías de ferrocarriles (86%), los bancos con la excepción del Banco de España (72%), y los seguros un 56,5%. Esta crisis provocó que en 1874, en toda Andalucía, solo quedasen 4 bancos abiertos.

Políticamente la situación no estaba mejor. Isabel II, haciendo gala de la tradición borbónica, era famosa por vivir de noche y dormir de día, El Conde de Romanones la definía así: "A los diez años Isabel resultaba atrasada. apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética apenas solo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura, sus únicos entretenimientos eran los juguetes y los perritos, Por haber estado exclusivamente en manos de los camaristas ignoraba las reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas estas características, de algún modo, la acompañaron toda su vida"


       Fuente: http://hdesp13.blogspot.com.es/

Fue depuesta en 1868 con la llamada “Revolución Gloriosa”, pero que más que revolución fue un pronunciamiento militar, en el que el general Prim, con el apoyo del gobierno británico, entró en Cádiz desde londres y vía Gibraltar, sublevando a la escuadra naval y acabando con el reinado de Isabel II. Después, un gobierno provisional y el breve reinado de Amadeo I de Saboya, de que F. Engels diría: “El 9 de febrero de 1873, el rey Amadeo, harto ya de la corona de España, abdicó. Fue el primer rey huelguista.”

Todo esto mientras España estaba permanentemente en guerra. Pues a la Guerra de los 10 años en Cuba, que suponía toda una sangría de vidas y recursos, se le sumó la rebelión carlista en el norte, con la que los restos del poder absolutista aun pretendían restaurar su primacía.

Con la proclamación de la República, el 8 de Junio, se produce una masiva participación obrera en la vida política, bien a través de los clubes o de los batallones de voluntarios, cuerpo organizado para proteger la República frente al carlismo. Demandando mejoras como la enseñanza obligatoria, condiciones de higiene en fábricas y talleres, limitaciones del trabajo infantil, aumentos de salarios y reducción de la jornada, reformas progresivas de la fiscalidad y trabajo o subsidio para desempleados.

El consejo federal de la Internacional de Trabajadores (dirigida en España por aliancistas, que es como se conocía a los seguidores de Bakunin) quedó desconcertado por tal participación. Sus dirigentes descalificaron a la República como “el último baluarte de la burguesía”. Los internacionalistas aprobaron en Marzo, en el congreso de Córdoba, la posición antiautoritaria, antipoliticista y antiestatista (“todo gobierno es hijo de la clase explotadora y solo a ella sirve su mecanismo”). Rechazando la conformación de candidaturas obreras.

Muchos internacionalistas se pasaron a partidos burgueses, conocidos como intransigentes, para no caer en la inactividad. Debilitándose así la estructura y la credibilidad de la Internacional, que solo se reanimó con las huelgas y acciones subversivas y conflictos que desembocaron en la cantonal.

La revolución cantonal fue efímera y heterogenea, se localizó solo en la mitad sur de España, y quitando Cartagena, el resto de cantones no duró más de unos días.Ante tan poco tiempo, apenas si pudo hacer uso de su conquistado poder político para hacer alguna reforma, y la mayoría de los edictos promulgados jamás se cumplieron.

Curiosamente, esta rebelión popular ha llegado hasta nuestros días como un episodio tragicómico de nuestra historia. Algo así como un chiste en el que los de Villabajo le declaran la guerra a los de Villarriba. Una imagen que no dista mucho de la que hasta hace poco se tenía de la Guerra Civil Española en el imaginario colectivo, que se resumía en películas como La Vaquilla, tal y como le contaba Pablo Iglesias al Nega en el libro "Abajo el régimen". Un relato deformado y grotesco, que bien podría ser obra de Valle-Inclán, de la enésima derrota de las posiciones populares, sujeto en el imaginario colectivo.

Así sucede también con el cantón gaditano, del que se recuerda que a la llegada de las tropas reaccionarias no quedaba nadie para defenderlo. Imagen de despropósito y cobardía que ha trascendido a través de las coplas populares, como la que dice:

Fueron a coger coquinas
los voluntarios de Cai
fueron a coger coquinas
y a la primera descarga
soltaron las carabinas

El pueblo español tan indulgente con los tiranos y tan implacable consigo mismo. Pero lo cierto es que la historia es más compleja.

Sevilla y Cádiz viven en esa época una oleada de huelgas y revueltas en el campo. Las desamortizaciones de Mendizabal y Madoz y el decreto de "señoríos", habían acabado con las tierras comunales de las que vivían los braceros el resto del año cuando no había cosecha. Creando la estructura rural de terratenientes y caciques y jornaleros míseros que tan bien conocemos. Las resistencias a esas apropiaciones, en gran medida fraudulentas, junto a las duras condiciones de vida, agravadas por las malas cosechas, hacían del campo andaluz un lugar en ebullición.

En la provincia de Cádiz, los segadores padecían una situación muy precaria, ya que sus condiciones de empleo fluctuante les hacían padecer hambre en invierno o primavera, siéndoles preciso acudir a obras públicas o su reparto como alojados entre los grandes contribuyentes para sobrevivir. Una gran  huelga se desarrolló entre Mayo y Junio de 1873. Muy extendida pero de carácter focalista, sin conexión entre los puntos. Solicitaban subidas salariales y el fin del destajo. Se produjeron detenciones masivas.

En Jerez, el 26 de Junio un grupo de jornaleras y jornaleros armados asaltó la cárcel y el Ayuntamiento, retirándose poco después ante la llegada del ejército. Del 4 al 20 de Julio, el gobierno local federal internacionalista, disolvió la guardia municipal y la sustituyó por voluntarios. Mandaron demoler la iglesia de San Francisco para ocupar a los desempleados, impusieron una cuota de 175.000 ptas. en concepto de consumos a los grandes exportadores de vinos (4 veces lo que pagaban desde 1870) y usaron fondos del pósito. Proyectaron adquirir 2500 carabinas. Cuando el día 19 de Julio intentaron proclamar el cantón, el ejército situó cañones frente al ayuntamiento, destituyendo al consistorio. El alcalde junto a 400 voluntarios huyó a Cádiz. Se nombró alcalde a Modesto de castro, que meses atrás había representado los intereses de los propietarios en las negociaciones por la huelga de viticultores. Éste logró el apoyo económico de las grandes fortunas al ejército y el reemplazo de los voluntarios por otra milicia de “vecinos honrados”.

En Sanlúcar de Barrameda, la clausura del local internacionalista por el Ayuntamiento provocó un tumulto. El 28 de Junio, 400 obreras y obreros armados bajaron del barrio alto, levantando barricadas y ocupando el ayuntamiento. Pi y Margall, presidente de la república,  mando regresar al ejército a Sevilla y envió a dos diputados provinciales a formar gobierno en Sanlúcar, que fueron recibidos el día 30 y constituyeron gobierno provisional. Se aprobó un impuesto a los productores de vino de 2 ptas. por bota de vino nuevo y un duro por solera. Se aprobó un subsidio de 8 reales a los cabezas de familia en desempleo. Se contrató a 40 jornaleros una semana en la demolición de edificios religiosos a razón de 10 reales al día. El Ayuntamiento asignó a cada viña el numero de jornaleros que estimó necesario, pasando éstos cada noche por casa del propietario a cobrar su jornal que no bajaba de los 14 reales. Se prohibió la enseñanza católica en las escuelas públicas, se secularizó el cementerio y se incautaron edificios religiosos, cediendo algunos para reuniones políticas, pero se garantizó el culto en algunas iglesias. La burguesía local optó por emigrar en buen número, agravando el problema del desempleo.

En la ciudad de Cádiz, el advenimiento de la república federal supuso la creación de un comité federal con 2864 afiliados y afiliadas, que reunidos el 8 de Marzo en la plaza de toros, eligió a su dirección, quedando copada por las tendencias federalistas más radicales de internacionalistas y socialistas utópicos. Su líder desde el principio fue Fermín Salvochea, que estaba al frente de los batallones de voluntarios.

Ese mes se celebraron elecciones municipales. Votaron 6400 gaditanos, aproximadamente la mitad del censo, que eligieron entre dos candidaturas republicanas, la de los benévolos, cercanos a la burguesía local y la radical, encabezada por Salvochea, que venció holgadamente con casi el 80% de los votos. Los concejales electos benévolos se negaron a tomar posesión tras la derrota.

El 22 de Marzo se constituyó la corporación municipal, prometiendo mejoras para la clase obrera y la instauración del principio de sufragio permanente. De la agitación política de los primeros días, destacando el activismo de los voluntarios o del Círculo femenino Mariana de Pineda, con sus manifestaciones a favor del derribo de conventos, se pasó a una desmovilización fruto de las consignas internacionalistas contra la actividad política y la república y del hastío generalizado por los continuos sufragios. Así, a las elecciones municipales de Julio solo concurrieron los intransigentes y apenas votó una quinta parte del censo. Se intentaron medidas fiscales progresivas, como la supresión de los consumos y su sustitución por impuestos directos sobre signos externos de riqueza, como caballos de silla y coches de lujo o elementos distintivos, como blasones, en las fachadas de las viviendas. También impuestos sobre los espectáculos públicos y comercios de bebidas espirituosas, ultramarinos y otros productos no considerados básicos, y en general, sobre el resto del comercio e industria, la propiedad inmueble y los inquilinos, con una escala progresiva exceptuando a los que pagaran menos de 25 ptas. al mes. Los ingresos se dedicaron a proporcionar empleo a los desempleados, mejorar la instrucción pública, la atención sanitaria ofrecida por el ayuntamiento y comprar armas.

El 18 de Julio llegó a Cádiz el comisionado del comité de salud pública madrileño. El anuncio esa noche de la conformación del gobierno derechista de Salmerón en Madrid y la proclamación del cantón de Sevilla, condujo a que a las 6 de la mañana del 19 de Julio las campanas de la ciudad anunciaran la proclamación del cantón gaditano. El regimiento de artillería de la guarnición de la ciudad se adhirió al cantón, gracias a la determinación del gobernador militar, brigadier Eguía.

Desde el principio el gobierno cantonal dio prioridad a los asuntos militares sobre los civiles y sociales. Aun así aprobó medidas de emergencia para evitar la especulación con artículos de primera necesidad. Postergó el vencimiento de todos los documentos mercantiles, para evitar así un perjuicio al comercio, tan importante en la ciudad. También se impusieron adelantos en las contribuciones directas, o por aduanas, de la burguesía y, ante el asedio militar, se exigió a 40 grandes capitalistas la entrega de dos millones de reales, encarcelándolos por negarse. También se liberó a los presos por contrabando de tabaco, al aprobarse el desestanco del mismo, y la eliminación de todo tratamiento jerárquico. También quedo disuelta la “Junta de asociados”, que permitía a la burguesía local controlar los presupuestos municipales.

El esfuerzo militar del cantón gaditano fue notable desde el principio. Un millar de marinos se atrincheraron en el fortificado arsenal de Carraca, y con sus buques de guerra ocuparon Puerto Real. Ésto, junto con el control de Jerez por su guarnición, mantuvo incomunicado al cantón gaditano, que movilizó a tres batallones de voluntarios de la capital, uno de San Fernando, unos 400 artilleros de la guarnición de Cádiz y voluntarios huidos de Jerez y otras localidades. La lucha se centró en duelos artilleros, en los que los marinos hicieron 5500 disparos de cañón en 80 horas, interrumpidas por algunas treguas. En San Fernando se desarrollaron los principales enfrentamientos armados. Sus voluntarios, entre los que se encontraban 300 salineros, se enfrentaron comandados por su alcalde Federico Mota, muerto en combate, a los marinos.


     Fuente: Wikipedia (La Carraca con el nº 15 en este mapa del siglo XIX)


Estas operaciones militares minaron la moral de los cantonales, que al recibir noticias del brutal aplastamiento del cantón de Sevilla por el General Pavia y su inminente marcha sobre Cádiz, se dividieron y desmovilizaron, permitiendo que el 4 de Agosto entraran las tropas de Pavia en Cádiz sin encontrar resistencia. Se nombró un consistorio provisional con muchos de los capitalistas apresados por los cantonales, que se apresuraron en restablecer los impuestos a consumos y eliminar los impuestos aprobados por el gobierno cantonal.

Casi todos los pueblos de la provincia de Cádiz se adhirieron a la cantonal, a excepción de Jerez, Arcos, Villamartín y algunas poblaciones de la sierra, aunque en muchos casos la adhesión fue meramente nominal y promovida por la propia burguesía local para evitar el alzamiento de los trabajadores y trabajadoras. Así por ejemplo Villaluenga y Grazalema se negaron a recibir voluntarios cantonales de pueblos vecinos, mientras que grandes propietarios de Tarifa, Vejer, Algeciras, Los Barrios y Chiclana pidieron a los militares la restitución de sus consistorios ya que su adhesión al cantón había sido meramente nominal.

De las bajas por la represión al cantonalismo en Andalucía no se tienes cifras aunque se cuentan por miles en los días posteriores a las ocupaciones militares. Además del cruento asalto a Sevilla, se conoce el ejemplar escarmiento dado por Pavia al pueblo de Écija y que él mismo recoge en sus memorias. También se tiene constancia de 1099 presos políticos deportados a las Islas Marianas en el Pacífico, además de otros muchos condenados a trabajos forzados en Cuba y Filipinas, y numerosos encarcelados.

En Medina Sidonia, el obrero Manuel Candón, que 30 años después, en 1903 aun seguía preso por matar a un guardia civil durante el cantón, relataba así en el periódico Tierra y Libertad sus recuerdos de esa insurrección: “Que los trabajadores de Medina acogimos con la alegría consiguiente al ansia que todos sentíamos de mejoramiento, a la esperanza de que un cambio de situación como el que se intentaba nos beneficiaría, Secundado el movimiento por casi todos los pueblos de Andalucía, en el de Medina ayudamos también a él con todas nuestras fuerzas, apoderándonos de almacenes y edificios lujosos de los capitalistas. En el Medina del 73, se respetaron la vida de los pancistas, se respetaron aquellos edificios que con su fastuoso lujo escarnecían las míseras viviendas de los obreros; hasta en sus almacenes no faltó ni un solo grano de trigo”.

La revolución cantonal por lo tanto tiene poco de chiste. Supuso un intento fallido de trasladar a España la experiencia de la Comuna de París, proclamada solo dos años antes, en 1871. Y que supuso el único ejemplo triunfal de conquista del poder político por la clase obrera hasta la Revolución de Octubre, con una democracia asamblearia de base municipal. Y que también fue reprimida sangrientamente y ninguneada en los libros de historia.

Sin embargo, el valor de la experiencia parisina fue reclamado por la izquierda internacional, a pesar de todos sus fallos, gracias al tratamiento heroico que Marx le da en sus escritos. Mientras que para la experiencia cantonal, dirigida por los bakunistas, adversarios de Marx en la Primera Internacional, el padre del socialismo científico es mucho menos indulgente, poniendo la lupa en sus fallos y no en sus logros, y dando espacio en sus escritos a la burla y el escarnio con el que ha trascendido hasta hoy.


Fuentes:
Republicanismo y Anarquismo en Andalucía; A. López Estudillo
La Revolución en España; K. Marx y F. Engels

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